martes, 10 de marzo de 2009

Cap.2: Impresionismo crítico y honestidad. El censor (Cortometraje, Joaquín Asencio, 2oo1)

Con la intención de dar un pequeño paso adelante con respecto de la primera crítica, antes de comenzar a escribir traté de informarme a cerca de quién era Joaquín Asencio, de la repercusión mediática que había tenido su cortometraje El censor (2001) y de la importancia del mismo dentro de su carrera en el mundo audiovisual. Sin embargo, mi búsqueda en la red fue en vano. Apenas logré encontrar alguna breve sinopsis que no aportaba ningún dato adicional al visionado de la obra.
Si sumamos a lo expuesto que hace ya casi una semana que fui su espectadora, el resultado del escrito que continúa no puede ser sino una crítica de carácter impresionista, a pesar de los intentos de diluir el "yo" que se produzcan a través de artimañas como evitar el uso de pronombres deícticos o el recurso a la primera persona del plural.
Tras la confesión de las circustancias en las que este texto verá la luz, y que por tanto lo determinan, pasaremos a efectuar el análisis crítico del cortometraje en cuestión.
El censor nos presenta distintos episodios de la vida de Paco, su protagonista, con un final común, el fracaso. La trayectoria vital del personaje está igualmente marcada por una íntima relación, que adopta diversas formas, con el sentido de la moral y la decencia propios de un catolicismo rancio y retrógrado.
Con sólo leer hasta aquí parece que El censor sea un film dedicado a la reflexión trascendental en torno al silencio de Dios, nada más lejos. El cortometraje se sitúa en el territorio de la comedia, sus personajes y los hechos que se narran configuran un retrato caricaturesco del sentido de la moral dentro de un periodo que abarca desde el franquismo de los 60 hasta la Transición.
Podemos encontrar un firme respeto a la estructura narrativa clásica, un cuento audiovisual para mayores en tres actos. La presentación se corresponde con la infancia de Paco en Sevilla entre las monjas y concluye con su mayoría de edad, momento en el que es enviado a un gabinete de censura en Madrid, pues no ha conseguido superar el octavo curso y no puede seguir viviendo eternamente en aquel colegio. El segundo acto finaliza con la pérdida de su trabajo como censor al morir Franco. Y, por último, el desenlace transcurre en Nueva York, donde Paco desarrolla un trabajo similar en la televisión.
La división en 3 actos se potencia con la contextualización de cada uno de los episodios en un escenario diferente (Sevilla, Madrid y Nueva York), produciéndose un progresivo distanciamiento del protagonista de su lugar de origen con todo lo que ello implica desde el punto de vista semántico.
El protagonista responde al perfil arquetípico del antihéroe, fracasando en todas las situaciones a las que se expone a lo largo de su vida. Quien parece desempeñar el rol de ayudante, su compañero de trabajo en Madrid, pasa a convertirse en motivo de desgracia en Nueva York. Y, como culmen de la historia, la chica en lugar de quedarse con Paco lo abandona. Contemplamos que las funciones que el formalista ruso Propp encuentra en la trama de los cuentos populares están aquí presentes con un sentido inverso. Lo que dará como resultado, en lugar del triunfo del héroe, la renuncia a sus férreos principios morales al pronunciar una palabrota.
Esta inversión se utiliza como instrumento paródico, así como la banalidad del acontecimiento con el que concluye nuestra historia, todo para mostrarnos la fragilidad y contradicción del sentido de la decencia que Paco encarna.
Otro factor que ha de suscitar nuestro interés por el cortometraje es la presencia del recurso de la puesta en abismo, característico de la Posmodernidad y que podemos señalar en la obra de directores tan destacados en nuestro imaginario como Woody Allen. En El censor hay un retrato de una faceta específica del cine, que se anticipa ya al espectador en el propio título: la censura.
Este hecho metalingüístico nos invita a la reflexión, a la vez que sirve como pretexto para reflejar la evolución tecnológica del medio, de acuerdo con un mismo fin: del corte con tijeras del negativo franquista a los pitidos de la televisión estadounidense para proteger a los "inocentes" espectadores.
Por último, mencionaremos la afinidad entre la construcción formal del relato y su intención cómica. Por ejemplo, su planificación reproduce la perspectiva desde la que Paco niño ve a las monjas recurriendo a contrapicados sutilmente aberrantes. El ritmo narrativo, así como su realización, especialmente en el episodio de la infancia del protagonista, pueden evocarnos vagamente a la película Amelie (Jean-Pierre Jeunet, 2001).

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