De acuerdo con el fin ya declarado en críticas anteriores de alcanzar la honestidad (o al menos aspirar a ella) en el desarrollo del análisis fílmico, resulta oportuno aclarar ciertos factores que actúan como condicionantes de este ejercicio.
Clint Eastwood es uno de mis directores favoritos, razón por la que analizar y valorar una de sus películas resulta especialmente complicado, pues entran en juego vínculos de tipo emocional que tenderán a empañar la labor de análisis y disección, desviándola hacia el elogio. Sin embargo, no hemos de abandonarnos ante tales circunstancias optando por una actitud pasiva, sino que trataremos de revertir los efectos de esta relación tan personal con la filmografía del director e intérprete de Gran Torino y hacer de ello una fuente de conocimiento.
Clint Eastwood ha manifestado la intención de que Gran Torino sea su despedida como actor de la gran pantalla, motivo por el que la película cobra un valor especial y que, a su vez, nos ayuda a vislumbrar el sentido de determinados aspectos de la obra. Sin embargo, su carrera como director no concluye aquí. Eastwood se encuentra actualmente embarcado en el proyecto de dirección de la película The Human Factor (El factor humano), inspirada en la vida de Nelson Mandela.
Walt Kowalski, el protagonista de Gran Torino, es un viejo veterano de la guerra de Corea que acaba de enviudar. La población mayoritaria del barrio de Walt está compuesta por inmigrantes, hecho que entra en colisión con el carácter del personaje, un republicano huraño y cascarrabias. A lo largo de la película veremos como la relación de Walt con sus vecinos Hmong evoluciona, al mismo tiempo que tras su fachada de tipo duro y asentimental se revela un hombre noble y de buen corazón.
En el personaje protagonista, encarnado por Eastwood, podemos ver rasgos que apuntan a otros papeles interpretados por el actor. De este modo, Walt Kowalski se convierte en una especie de compendio que recoge y reelabora aspectos dispares, que van de Harry el Sucio a Los puentes de Madison, aunque parezca contradictorio. Podríamos definir a Kowalski como una especie de Dirty Harry anciano y humanizado, con los achaques propios de la edad y falto de una atención sincera por parte de su familia. Así mismo, existe un claro paralelismo con William Bill “Munny” de Sin Perdón, un personaje que de apariencia amoral curtido por el tiempo y la mala fortuna, que resulta tener un profundo sentido de la lealtad y la amistad. En conclusión, Walt Kowalski se convierte en una especie de personaje-collage que aglutina aspectos de numerosos papeles interpretados por Eastwood, filtrados por el támiz de la madurez, y cuyo resultado es superior, distinto a la suma de las partes que lo componen. Podríamos entroncar este hecho con la despedida del actor en Gran Torino.
Desde un punto de vista formal y narrativo, el drama que nos presenta la película se evidencia como afín al perfil del cine clásico. Una realización y montaje sobrios, así como la linealidad temporal y la sencillez de su historia contribuyen a configurar tal percepción.
En cuanto a la problemática de la convivencia intercultural que el film expone, podemos establecer relaciones con otros títulos de relativa actualidad como Babel o Crash. La diferencia más evidente con estas películas reside en su tratamiento narrativo. Mientras estas obras optan por la fragmentación del tiempo y el espacio para acercarnos a problemas omnipresentes en nuestra actual realidad global; Eastwood se mantiene fiel al clasicismo que caracteriza su labor como director, mostrándonos que hay esquemas que, a pesar de estar alejados de la estética posmoderna que impera en su tratamiento, son igualmente válidos para plantearlos.
El director nos muestra como a pesar de las diferencias que saltan a primera vista existe un sustrato común entre culturas dispares. Así, el protagonista a pesar del desprecio que muestra a priori por los Hmong, acabará descubriendo que tiene más en común con ellos que con su propia familia. Una escena que ilustra de forma muy divertida la idea de la analogía entre distintos es la que nos muestra a Eastwood y a la abuela de la familia vecina cada uno en su porche mirándose con desprecio y escupiendo al suelo.
Otro tema relevante, aunque de menor importancia, presente en la obra es la diferencia de valores entre generaciones distintas, que lleva al distanciamiento del anciano Walt de su familia y a la soledad, convirtiendo en sus principales compañeros a la perrita Dasy y a su preciado Gran Torino de 1972.
Si analizamos en profundidad la trama de Gran Torino, encontramos como el personaje de Walt Kowalski protagoniza una historia de redención. Kowalski limpia el peso de su conciencia por los asesinatos de inocentes que cometió en Corea al sacrificar su vida por el bienestar de los vecinos Hmong con los que traba una profunda amistad. Su martirio queda plasmado con gran plasticidad en el momento de su muerte, cuando se desploma con los brazos en cruz.
Para finalizar, expondremos la idea de que Gran Torino se erige dentro de la trayectoria de Eastwood como una obra crepuscular y autorreflexiva, una revisión del propio trabajo de toda una vida en el cine. En la película están presentes motivos arquetípicos en la carrera de su autor que confluyen en la figura del héroe solitario al que la vida no ha tratado bien, tras cuya apariencia tosca y malhumorada se esconde un gran hombre.
Clint Eastwood es uno de mis directores favoritos, razón por la que analizar y valorar una de sus películas resulta especialmente complicado, pues entran en juego vínculos de tipo emocional que tenderán a empañar la labor de análisis y disección, desviándola hacia el elogio. Sin embargo, no hemos de abandonarnos ante tales circunstancias optando por una actitud pasiva, sino que trataremos de revertir los efectos de esta relación tan personal con la filmografía del director e intérprete de Gran Torino y hacer de ello una fuente de conocimiento.
Clint Eastwood ha manifestado la intención de que Gran Torino sea su despedida como actor de la gran pantalla, motivo por el que la película cobra un valor especial y que, a su vez, nos ayuda a vislumbrar el sentido de determinados aspectos de la obra. Sin embargo, su carrera como director no concluye aquí. Eastwood se encuentra actualmente embarcado en el proyecto de dirección de la película The Human Factor (El factor humano), inspirada en la vida de Nelson Mandela.
Walt Kowalski, el protagonista de Gran Torino, es un viejo veterano de la guerra de Corea que acaba de enviudar. La población mayoritaria del barrio de Walt está compuesta por inmigrantes, hecho que entra en colisión con el carácter del personaje, un republicano huraño y cascarrabias. A lo largo de la película veremos como la relación de Walt con sus vecinos Hmong evoluciona, al mismo tiempo que tras su fachada de tipo duro y asentimental se revela un hombre noble y de buen corazón.
En el personaje protagonista, encarnado por Eastwood, podemos ver rasgos que apuntan a otros papeles interpretados por el actor. De este modo, Walt Kowalski se convierte en una especie de compendio que recoge y reelabora aspectos dispares, que van de Harry el Sucio a Los puentes de Madison, aunque parezca contradictorio. Podríamos definir a Kowalski como una especie de Dirty Harry anciano y humanizado, con los achaques propios de la edad y falto de una atención sincera por parte de su familia. Así mismo, existe un claro paralelismo con William Bill “Munny” de Sin Perdón, un personaje que de apariencia amoral curtido por el tiempo y la mala fortuna, que resulta tener un profundo sentido de la lealtad y la amistad. En conclusión, Walt Kowalski se convierte en una especie de personaje-collage que aglutina aspectos de numerosos papeles interpretados por Eastwood, filtrados por el támiz de la madurez, y cuyo resultado es superior, distinto a la suma de las partes que lo componen. Podríamos entroncar este hecho con la despedida del actor en Gran Torino.
Desde un punto de vista formal y narrativo, el drama que nos presenta la película se evidencia como afín al perfil del cine clásico. Una realización y montaje sobrios, así como la linealidad temporal y la sencillez de su historia contribuyen a configurar tal percepción.
En cuanto a la problemática de la convivencia intercultural que el film expone, podemos establecer relaciones con otros títulos de relativa actualidad como Babel o Crash. La diferencia más evidente con estas películas reside en su tratamiento narrativo. Mientras estas obras optan por la fragmentación del tiempo y el espacio para acercarnos a problemas omnipresentes en nuestra actual realidad global; Eastwood se mantiene fiel al clasicismo que caracteriza su labor como director, mostrándonos que hay esquemas que, a pesar de estar alejados de la estética posmoderna que impera en su tratamiento, son igualmente válidos para plantearlos.
El director nos muestra como a pesar de las diferencias que saltan a primera vista existe un sustrato común entre culturas dispares. Así, el protagonista a pesar del desprecio que muestra a priori por los Hmong, acabará descubriendo que tiene más en común con ellos que con su propia familia. Una escena que ilustra de forma muy divertida la idea de la analogía entre distintos es la que nos muestra a Eastwood y a la abuela de la familia vecina cada uno en su porche mirándose con desprecio y escupiendo al suelo.
Otro tema relevante, aunque de menor importancia, presente en la obra es la diferencia de valores entre generaciones distintas, que lleva al distanciamiento del anciano Walt de su familia y a la soledad, convirtiendo en sus principales compañeros a la perrita Dasy y a su preciado Gran Torino de 1972.
Si analizamos en profundidad la trama de Gran Torino, encontramos como el personaje de Walt Kowalski protagoniza una historia de redención. Kowalski limpia el peso de su conciencia por los asesinatos de inocentes que cometió en Corea al sacrificar su vida por el bienestar de los vecinos Hmong con los que traba una profunda amistad. Su martirio queda plasmado con gran plasticidad en el momento de su muerte, cuando se desploma con los brazos en cruz.
Para finalizar, expondremos la idea de que Gran Torino se erige dentro de la trayectoria de Eastwood como una obra crepuscular y autorreflexiva, una revisión del propio trabajo de toda una vida en el cine. En la película están presentes motivos arquetípicos en la carrera de su autor que confluyen en la figura del héroe solitario al que la vida no ha tratado bien, tras cuya apariencia tosca y malhumorada se esconde un gran hombre.
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